Tus zonas íntimas pueden decirte mucho sobre tu salud. Escúchalas cuando susurran, para que no tengas que oírlas gritar.
La vagina es simultáneamente resistente y delicada: capaz de recuperarse después del parto, pero sensible al jabón. Cuando se trata de su cuidado, mucho depende de interpretar correctamente las apariencias, los olores y las texturas.
El cuerpo humano tiene billones de microorganismos residentes que cumplen funciones importantes en procesos como la digestión y la inmunidad. La flora vaginal consiste principalmente en lactobacilos, que inhiben el crecimiento in vitro de patógenos dañinos. Los lactobacilos también producen ácido láctico, lo que contribuye a la acidez de la vagina.
Además de llevar una alimentación general saludable, puedes reforzar tu flora vaginal consumiendo alimentos ricos en probióticos, como yogur, kimchi, chucrut, pepinillos, vinagre de manzana, kombucha y miso. Los probióticos también ofrecen otros beneficios, como una mejor digestión y un sistema inmunológico más fuerte.
Para mantener un microbioma vaginal sano, es importante cuidar el pH vaginal durante tu rutina de higiene diaria. Esto implica enjuagar con agua o utilizar un gel suave específico para la zona íntima (debería indicar el nivel de pH en la botella)—evita los jabones y las duchas vaginales, ya que estos productos son demasiado agresivos. Lava solo las partes externas de tu cuerpo, únicamente por fuera. El interior se limpia solo.
Asegúrate de limpiar bien cualquier pliegue o rincón. Para esto, necesitas conocerte bien. Puede parecer raro explorar una zona tan privada, pero saber lo que es normal para ti es importante para comparar: puede haber un momento en el que notar un cambio sea esencial para saber si algo anda mal. Sentarte media hora frente a un espejo puede enseñarte mucho sobre cómo es todo ahí abajo.
Flujo diario
El flujo vaginal (o moco cervical) es producido por glándulas en la vagina y el cuello uterino, y es parte del mecanismo de autolimpieza del sistema reproductor femenino. El flujo normal diario va de transparente y acuoso o elástico a espeso y blanco lechoso. El color, la textura, la cantidad y el olor dependen de factores como si estás ovulando, embarazada o excitada, cuánto ejercicio realizas y la salud de tu flora vaginal.
Si prestas atención, puedes observar estos cambios a lo largo del mes. Cuando tu cuerpo produce más estrógeno, tu flujo es transparente y resbaladizo. Más progesterona produce un flujo más blanco y espeso. Cuando los niveles de ambas hormonas son bajos (como justo después de tu menstruación), puede que tengas poco o ningún flujo. Si usas anticonceptivos hormonales, es posible que no experimentes estos cambios cíclicos y tengas un flujo blanquecino de manera bastante constante.
Tu cuerpo produce más estrógeno justo antes de la ovulación, lo que puede hacerte sentir más sociable y coqueta. Esto es porque es el mejor momento para concebir. El fluido transparente y resbaladizo facilita el trayecto del esperma hasta el óvulo—el mismo tipo de fluido que aparece cuando te excitas.
Durante tu periodo, se suma el revestimiento del útero y algo de sangre a la mezcla. Habrás notado que no es siempre el mismo tono de rojo—la mayoría de mujeres experimentan una transición gradual de colores menstruales.
Puedes ver marrón al empezar tu menstruación. Esto significa que la sangre es un poco más vieja y que tu "flujo" es algo lento. Cuando aumenta, puede volverse rojo oscuro o púrpura oscuro, y luego rojo brillante: esta es sangre nueva y fresca, que sueles ver en los días más intensos de tu periodo. Al finalizar, verás esta misma transición de colores, pero a la inversa.
El líquido rojo claro o rosado puede ser una pequeña cantidad de sangre mezclada con flujo cervical. Algunas mujeres lo experimentan con el “spotting”, que es cualquier sangrado fuera de tu periodo. Un color más claro también podría indicar niveles bajos de estrógeno; si es constante, consulta con tu médica.
La sangre grisácea durante la menstruación puede indicar un aborto espontáneo si estás embarazada, especialmente si va acompañada de trozos de tejido. Si observas esto, acude al médico de inmediato.
Si tu flora vaginal no está en buen estado, tu flujo lo va a reflejar. Los síntomas comunes de infección son mal olor y un color o textura inusual.
El flujo blanco, espeso y grumoso con hinchazón alrededor de la vulva, sensación de ardor o picazón y dolor durante las relaciones son síntomas de infección por hongos.
El flujo amarillo o verde puede tener distintas causas. Si es turbio y sientes ardor al orinar, podría indicar clamidia o gonorrea. Si es espumoso, huele mal y va acompañado de dolor y picazón, podría deberse a tricomoniasis.
La vaginosis bacteriana también puede causar flujo blanco, gris o amarillo con olor muy desagradable. Algunas lo describen como “olor a pescado”.
El flujo sanguinolento o marrón fuera de tu ciclo, así como el flujo acuoso con mal olor, pueden ser señales de cáncer de cuello uterino, cuya principal causa es el VPH.
Puedes protegerte de manera preventiva con chequeos regulares, sexo seguro, educación y autocuidado. Una vagina feliz aporta una vida más feliz.
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