El cuerpo humano está programado para reproducirse y prevenir la extinción. El cuerpo de la mujer incluso tiene un sistema de alerta especial, “el reloj biológico”, que puede causar estragos en la mente.
Existen infinitas consideraciones cuando se trata del tema de tener hijas: estar preparada mental, emocional, física y económicamente—sin mencionar el cambio irreversible que representa a nivel personal. Puede que tu cuerpo decida ignorar estos factores conforme llegan los treinta.
Todas las mujeres nacen con una gran, pero limitada, cantidad de óvulos, que disminuyen lentamente durante su vida. La fertilidad de la mujer promedio alcanza su punto máximo a los 24 años. A medida que su cuerpo envejece, las probabilidades de concebir disminuyen y aumentan las posibilidades de aborto espontáneo o embarazo anormal. Para cuando alcanza los 40 años, cerca del 90% de sus óvulos presentan alteraciones cromosómicas que afectan su viabilidad.
La tecnología moderna ofrece algunos recursos en la lucha contra el tiempo—si prefiere ser madre más adelante, una mujer puede optar por congelar sus óvulos para aumentar la probabilidad de embarazo cuando esté lista.
La menopausia marca el fin de la edad reproductiva de la mujer—aunque el embarazo puede ocurrir hasta que no haya menstruación durante doce meses consecutivos.
Entre los 25 y los 35 años, el reloj biológico suena especialmente fuerte—es cuando los niveles de hormonas sexuales en el cuerpo femenino están más altos y el cuerpo está mejor preparado para concebir y llevar a término un embarazo. Durante esta etapa, la mujer puede experimentar lo que se conoce como...
La fiebre de bebé es un deseo repentino e intenso de tener una bebé en edad reproductiva. El cambio puede ser drástico y se manifiesta casi como una obsesión:
El instinto de cuidar forma parte de nuestra psicología—los hombres pueden desear hijas/os tanto como las mujeres, aunque ese deseo suele estar menos determinado biológicamente y más marcado por lo social, cultural o emocional. A diferencia de las mujeres, ellos mantienen su capacidad reproductiva durante toda su vida, aunque la fertilidad masculina también disminuye con la edad, al igual que la viabilidad del esperma.
Somos animales sociales y la mayoría vivimos rodeadas/os de otros—si no en casa, sí en el supermercado o usando el transporte público. Muchas de nuestras decisiones están influidas por el comportamiento de amistades y familiares y por los valores que absorbimos de pequeñas. Si perteneces a una cultura muy orientada a la familia, es posible que sientas la presión de asentarte y tener hijas/os—especialmente si formas parte de una familia numerosa (la fiebre de nieta tampoco es un asunto menor).
El estilo de vida moderno impone otros relojes: el estudio, el trabajo y el estatus social suelen tener prioridad sobre la programación biológica y, gracias a diversos métodos anticonceptivos, la mujer puede disfrutar de una vida sexual sana con un riesgo mucho menor de embarazo que nunca antes. Puede incluso decidir no tener hijas/os en absoluto.
Después de todo, traer a una persona nueva al mundo te cambia la vida por completo. Nueve meses de embarazo seguidos de trabajo de parto y nacimiento suponen un desgaste inmenso para el cuerpo y conllevan riesgos reales, como quedar incapacitada de por vida o morir, aunque la medicina moderna ha hecho que tener hijas/os sea mucho más seguro que en el pasado.
Criar a una niña o niño sano consume casi todo tu tiempo y energía durante los primeros años, y siempre existe la posibilidad de complicaciones. En cualquier caso, la relación de la pareja cambiará, y algunas parejas no quieren arriesgar su bienestar por ello.
La parte económica también es importante. Como cualquier madre o padre dirá, se necesita mucho dinero para pañales, toallitas, ropa, comida, muebles, juguetes, libros, atención médica, cortes de cabello, seguros, educación, actividades extraescolares, etc....
También se puede argumentar que la población mundial ya es excesiva—y hay una cantidad alarmante de niñas y niños huérfanos. Estadísticamente, adoptar a una niña o niño es mejor para el planeta que tener una/o propia. Además, el planeta está en crisis y el futuro de las/los más jóvenes es incierto, así que no sorprende que muchas mujeres y hombres decidan no tener descendencia.
Simplemente hay personas que no quieren hijas/os.
Aunque las niñas y niños son seres maravillosos, mágicos y llenos de luz y alegría, cada quien tiene derecho a elegir si desea asumir la responsabilidad de criar a una persona.
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