Hechos y mitos sobre predecir el sexo de tu bebé. ¿Tienes náuseas matutinas terribles? ¡Definitivamente será niña! ¿No tienes cambios de humor? Seguro que será niño... Existen docenas de señales que se cree que indican el sexo de un bebé aún en el útero, pero sabemos que la mayoría se basa en el folclore más que en la ciencia. Pero si estos mitos persisten, ¿no tendrán algo de verdad? Este artículo analiza ocho de las creencias más comunes.
El género de una bebé se determina cuando el óvulo es fertilizado. Una ecografía a las 20 semanas de embarazo es la forma más confiable de descubrir el sexo del feto, aunque una pequeña minoría de futuras madres decide mantener el sexo de la hija como un misterio hasta el día del parto. ¿Por qué queremos saberlo? ¿Y por qué algunas simplemente no pueden esperar? ¿Qué se esconde en nuestro deseo de saber o no saber el sexo de los bebés con anticipación?
La frecuencia de las náuseas que experimenta una mujer embarazada puede predecir el sexo de su bebé. Según el folclore, si una mujer no tiene náuseas en el primer trimestre, debería prepararse para recibir un niño. Pero si sus náuseas son fuertes, probablemente una niña está en camino.
De hecho, investigaciones recientes sugieren que sentirse mal durante el embarazo podría estar vinculado con el sexo del bebé. Un estudio encontró que las mujeres embarazadas de niñas experimentan más inflamación de su sistema inmunológico ante bacterias comparadas con las que esperan niños. Esta diferencia podría influir en cómo se vive la náusea matutina: quienes esperan niñas pueden sentirse más mal que quienes esperan niños. Sin embargo, se necesita más investigación para entender si existe realmente un vínculo significativo entre las náuseas y el sexo de la hija.
Si la frecuencia cardíaca fetal supera los 140 latidos por minuto, será niña. Si es más baja, será niño.
Científicas han medido la frecuencia cardíaca de docenas de bebés en el útero. Las investigaciones demuestran que no hay diferencias significativas entre géneros en ningún aspecto medido de la variación de la frecuencia cardíaca fetal.
Los cambios hormonales durante el embarazo pueden causar cambios de humor. Algunas personas piensan que las mujeres embarazadas de niñas tienen niveles más altos de estrógeno y, por eso, son más cambiantes.
Hay evidencia científica de que las concentraciones hormonales en el embarazo pueden diferir según el sexo del feto, incluso desde tres semanas después de la fertilización.
Estudios han demostrado que la hCG (gonadotropina coriónica humana, la hormona que detectan los test de embarazo) es más alta en fetos femeninos que en masculinos y se mantiene elevada durante la gestación.
Los síntomas de niveles altos de hCG son el llamado "brillo de embarazo" (esta hormona vuelve la piel más grasa) y las náuseas en el primer trimestre. La hCG también dispara el aumento de estrógeno y progesterona. Sin embargo, no hay prueba científica de que los niveles de estrógeno (que pueden causar cambios de humor) sean más altos cuando se espera una niña. El estrógeno aumenta en cualquier embarazo y disminuye tras el parto, sin importar si la bebé es niña o niño.
Mucha gente cree que el calendario lunar influye en el sexo del bebé. Conocer la fase lunaral momento de la ovulación/concepción es suficiente para saber el sexo:
Aunque este método suena a cuento mágico, ha sido investigado y se encontró cierta correlación. Las fases lunares influyen en el pH vaginal, lo que significa que existe más probabilidad de tener un niño si la concepción es con luna llena y de tener una niña si la bebé es concebida en luna nueva.
Si una mujer gana peso alrededor de la cintura durante el embarazo, será niña, pero si lo gana solo al frente, será niño.
No existen evidencias científicas que apoyen esta teoría. Dónde gana peso la mujer depende de su tipo corporal.
Si la barriga está alta y en punta, definitivamente esconde a un niño. Pero si es redonda, ancha y baja, será niña.
La forma de la barriga durante el embarazo la determinan el tamaño del bebé, la posición fetal y cuántos embarazos ha tenido la mujer.
Es cierto que, en promedio, los niños pesan algo más al nacer que las niñas, y una bebé más grande podría hacer la barriga algo mayor, pero esta diferencia es tan leve que no cambia la forma de la barriga.
La posición fetal en el útero influye mucho más en la forma: si la espalda del bebé está de cara al vientre de la madre, la tripa sobresale; si está paralela a la espalda materna, el abdomen parece más plano. La posición que adopta la futura hija no depende de su sexo.
Además, el embarazo estira los músculos abdominales y estos se mantienen flexibles después. Las mujeres que ya han tenido hijas notan que la barriga crece más rápido y antes que en el primer embarazo.
Muchas mujeres sienten antojos estando embarazadas. Se cree que los antojos de dulce son señal de niña, mientras que preferir lo salado indicaría varón.
No hay evidencia científica que sugiera que los antojos durante el embarazo indiquen el sexo del bebé.
Según la leyenda, las niñas se llevan la belleza de sus madres. Si una mujer embarazada está más guapa, puede agradecérselo al niño en su vientre.
¡No existe evidencia que respalde esto! La misma mujer puede lucir distinta en diversas etapas del embarazo: radiante un día, pero cansada al siguiente.
El sexo de la bebé queda determinado en la concepción: si el espermatozoide aporta un cromosoma Y, será niño; si aporta uno X, será niña.
A las nueve semanas, el tubérculo genital empieza a desarrollarse como clítoris o pene. Sin embargo, sólo se pueden ver genitales diferenciados entre las 14 y 15 semanas.
Desde aproximadamente la semana 12, una ecografía puede ayudar a sugerir el sexo con base en el ángulo del tubérculo genital; a esto se le llama “teoría del tubérculo”. La persona especialista observa si apunta hacia la cabeza de la bebé (indicando niño) o permanece plano (indicando niña).
Las ecografías no están diseñadas para determinar el sexo, sino para seguir la evolución del embarazo y el desarrollo del bebé. Pero por supuesto la ecografía puede usarse para conocer el sexo con alta fiabilidad, acertando alrededor del 90% de las veces.
Aunque es posible saber el sexo tan pronto como en la semana 12, distintas circunstancias pueden dificultarlo: la bebé debe estar bien posicionada para la ecografía y es posible que la persona especialista no tenga tiempo de esperar a que se mueva. La claridad de las imágenes y la pericia de quien interpreta también influyen.
La única manera totalmente certera de saber el sexo de tu hija será esperar a su nacimiento.
El deseo de conocer el sexo de la bebé viene de la emoción, y las emociones nos hacen cuidar. Saber si esperas niña o niño personaliza el embarazo. Si los padres pueden imaginar a una persona y no sólo un bebé abstracto, podrían estar mejor preparados: eligen el nombre (usualmente vinculado a un género) y compran pensando en quien se une a la familia.
Quienes deciden no saber el sexo durante el embarazo destacan la importancia de la salud por encima de si es niña o niño. También se considera que esta etapa es única porque se ama de forma incondicional sin importar su sexo.
Para algunas, la prisa por saber le resta emoción a una sorpresa que merece la espera.
A veces el deseo de saber se vincula a la preferencia de género.
Este asunto es éticamente controvertido, pues hoy, gracias a la medicina moderna, es posible elegir el sexo de la futura hija o incluso evitar que nazca un bebé del género no deseado.
La experiencia en muchos países ha demostrado que el control de natalidad selectivo según género puede traer consecuencias impredecibles, como el alto excedente de varones en partes de Asia y África. Si antes se creía que era mejor tener un niño, ahora demasiados hombres no encuentran pareja. Esto genera baja autoestima y problemas psicológicos, a menudo derivando en agresión y violencia. La igualdad de género es la solución.
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