El número de hombres y mujeres que sufren enfermedades cardíacas es muy similar. Sin embargo, las mujeres tienen menos probabilidades de recibir tratamiento vital ante un infarto porque tanto pacientes como médicas a menudo no reconocen los síntomas característicos y los descartan como estrés o ansiedad.
En caso de infarto, las mujeres tienen un 50% más de probabilidades de ser mal diagnosticadas en comparación con los hombres debido a sesgos inconscientes dentro de la comunidad médica y a la persistente falta de investigación sobre los cuerpos femeninos. En este artículo, analizamos las diferencias entre los infartos y los ataques de pánico. También reflexionamos sobre por qué las mujeres a veces retrasan la búsqueda de atención médica, por qué pueden invalidar sus síntomas cuando lo hacen y cómo puedes abogar por tu propia salud.
Un ataque de pánico es una oleada repentina de miedo que provoca una subida de adrenalina, preparando al cuerpo para responder al peligro con la respuesta de lucha o huida. El organismo reacciona con aumento del ritmo cardíaco, respiración rápida que puede sentirse como falta de aire y sudoración. La constricción de los vasos sanguíneos también puede causar mareo o sensación de aturdimiento.
Un ataque de pánico puede aparecer de repente, sin previo aviso, o desarrollarse de forma más gradual. Una experiencia concreta puede activar una ansiedad intensa, aunque un periodo prolongado de estrés elevado puede hacer que hasta el más mínimo obstáculo provoque una crisis. Algunas personas experimentan solo uno o dos episodios en toda su vida, mientras que otras luchan con ataques de pánico recurrentes. En ciertos casos, el miedo a sufrir un ataque puede ser paralizante y llevar a evitar determinadas actividades o situaciones.
Si alguna vez has tenido un ataque de pánico, sabes lo aterradores e inesperados que son. Cuando el pánico comienza, el miedo es intenso y todo parece mucho peor de lo que es. Afortunadamente, la mayoría de los ataques de pánico desaparecen en pocos minutos u horas.
Un ataque de pánico suele iniciar como una abrumadora sensación de estrés, fatalidad y miedo. Luego puedes experimentar:
Aunque resultan aterradores, los ataques de pánico rara vez ponen en riesgo la vida por sí mismos. Sin embargo, los datos médicos muestran que en mujeres, los síntomas de un infarto pueden ser similares a los de un ataque de pánico.
Un infarto, o infarto de miocardio, sucede cuando el flujo sanguíneo hacia el corazón se bloquea, causando daño al músculo cardíaco. La mayoría de estos bloqueos ocurren cuando el colesterol y otras sustancias forman capas de placa en las arterias. Cuando la placa se rompe, se forma rápidamente un coágulo que bloquea o estrecha alguna de las arterias coronarias que llevan sangre al corazón. Cuando el corazón queda privado de sangre y oxígeno, las células musculares empiezan a dañarse y mueren a los 30 minutos del bloqueo. Esto impide que el corazón funcione como debería.
Un infarto es una condición potencialmente mortal que requiere atención médica inmediata, incluso si los síntomas parecen mejorar. Si tienes antecedentes familiares de enfermedades cardíacas o has estado sintiendo una molestia en el pecho, ¡es fundamental actuar rápido! Llama a los servicios de emergencia y busca ayuda enseguida.
Las señales de aviso pueden aparecer días o incluso semanas antes de un infarto grave. Síntomas que no debes ignorar incluyen: fatiga, malestar, sudores fríos, dolor de espalda y palpitaciones. Cuando el infarto se produce de forma repentina es mucho más peligroso.
Los síntomas más reconocidos de un infarto son el dolor y opresión en el pecho. El dolor puede irradiarse desde el pecho hacia la mandíbula y bajar por el brazo izquierdo o ambos brazos, y puedes sentir como si un elefante estuviera sentado sobre tu pecho.
Muchas mujeres que sufren un infarto pueden no sentir dolor en el pecho, experimentando principalmente síntomas como fatiga extrema y dolor o presión en el cuello, la mandíbula y los hombros, entre los omóplatos y en la parte alta de la espalda.
Durante décadas, se creyó que las enfermedades cardíacas afectaban sobre todo a los hombres. Ahora existen datos estadísticos que muestran que tanto hombres como mujeres sufren infartos en igual medida, pero las mujeres tienen más probabilidades de morir por infarto porque tendemos a centrar la atención en el dolor en el pecho, síntoma más frecuente en hombres, restando importancia a los síntomas que más suelen afectar a las mujeres.
Como puedes ver, muchos síntomas de los ataques de pánico y de los infartos se superponen. La principal diferencia es que el dolor de un infarto se siente punzante, opresivo, y se irradia en forma de oleadas. Durante un ataque de pánico, el corazón se acelera y puedes notar opresión en el pecho causada por la dificultad para respirar, pero no deberías sentir dolor irradiado.
Además, un ataque de pánico suele durar entre unos minutos y una hora. Un infarto se prolonga mucho más, ya que las oleadas de dolor van de un extremo intenso e irradiado a una opresión más leve en el pecho.
Como las mujeres a menudo no sienten dolor fuerte en el pecho, sino que experimentan fatiga, ansiedad y dolores en la espalda, brazos y mandíbula, es más fácil que pacientes y médicas confundan un infarto con un ataque de pánico.
Para ayudarte a distinguir entre un infarto y un ataque de pánico, pregúntate:
Muchas mujeres no buscan atención médica porque han aprendido a anteponer las necesidades de otras personas y porque no asocian los síntomas que experimentan con enfermedades graves, atribuyéndolos a gripe o ansiedad. Pero este problema no es solo individual ni de autocuidado, es sistémico.
La enfermedad cardíaca es solo una entre las preocupaciones de salud en las que las mujeres siguen estando desatendidas. Los estudios demuestran que hasta el 65% de las mujeres que viven con dolor crónico han recibido una atención sanitaria de menor calidad debido a su sexo. Cuando una médica desestima las quejas de una paciente, atribuyendo los síntomas a que “se lo imagina” o “está siendo exagerada”, hablamos de luz de gas médica. Esto puede causar diagnósticos omitidos o retardados y tratamientos inadecuados.
Aunque la sociedad comienza a poner atención a este fenómeno, las mujeres y las minorías siguen estando en mayor riesgo de luz de gas médica. Cuando esto sucede, la moral de la paciente cae, se reduce su confianza en las profesionales de la salud, y sube el riesgo de sufrir durante más tiempo e incluso morir por diagnósticos erróneos de enfermedades como el cáncer, problemas cardíacos, enfermedades autoinmunes y dolor crónico. Esto lleva a las pacientes a dudar de su propia experiencia y dificulta que reciban la atención que necesitan.
La luz de gas médica no siempre es intencionada, pero es el resultado de prejuicios y falta de atención a los problemas de salud femeninos. Hasta la actualidad, la mayoría de las personas participantes en ensayos médicos son hombres, lo que deja zonas ciegas en salud femenina: ¿Hombres y mujeres reaccionan igual ante la medicación? ¿Tienen los mismos síntomas? ¿Difieren las dosis apropiadas?
Durante décadas, las mujeres en edad reproductiva fueron excluidas de los ensayos médicos porque se creía que la variación hormonal femenina dificultaba el estudio. También existía temor de que, si una mujer quedaba embarazada durante el ensayo, algún factor desconocido dañara al feto, temor que aumentó tras conocerse los efectos adversos de la talidomida en los años 70. Estos riesgos deben tenerse en cuenta, pero no pueden justificar la falta de información relevante sobre la salud femenina.
Se han promulgado leyes que exigen la inclusión de mujeres y minorías en los ensayos clínicos, pero estos grupos siguen estando subrepresentados.
Si actualmente presentas cualquiera de los síntomas de infarto descritos, busca atención médica de inmediato. La única forma de salvar tu vida y reducir el riesgo de daños permanentes es obtener atención profesional. Sin embargo, si la médica no te toma en serio, independientemente del diagnóstico, prepárate para defender tu salud.
El estrés y la preocupación pueden hacer que olvides lo que quieres decir. Es común que estos sentimientos surjan en una consulta médica. Escribe tus síntomas y demás inquietudes en un papel y llévalo contigo para poder consultarlo mientras hablas con tu médica. Llevar un diario de síntomas también puede ser útil: anota cuándo aparece cada síntoma, su duración e intensidad. Si sabes que lo desencadenó, apúntalo también. Este nivel de detalle puede ayudar a que recibas un diagnóstico más adecuado y rápido.
Si tu médica no está dispuesta o no puede darte la ayuda que necesitas, busca otra opinión. Debes priorizar tu salud y bienestar. Las médicas tienen formación y experiencia, pero también son personas que pueden cometer errores y tener prejuicios inconscientes. Insiste hasta encontrar una especialista que te haga sentirte segura y escuchada.
Desde niñas se nos enseña a respetar a las figuras de autoridad: madres y profesoras, médicas y líderes “saben más”, y debemos escucharlas. Este condicionamiento puede hacer que dudes de ti misma si una doctora dice algo como "eso no es nada, está en tu cabeza". Tú eres la máxima autoridad sobre tu propia experiencia.
No temas preguntar por el razonamiento tras el diagnóstico médico. Tienes derecho a saber porque sus decisiones afectan de forma directa tu salud. Si la médica se muestra evasiva o rehúye responder, ¡es una mala señal!
Recuerda que está bien acudir a la consulta médica acompañada de una amiga, pareja o familiar. Una presencia de apoyo puede ayudarte a sentirte más segura, plantear preguntas difíciles y expresar tus preocupaciones. Una persona de confianza puede abogar por ti si te sientes sobrepasada y brindarte consuelo ante un diagnóstico complejo.
Tu salud es un bien precioso y puede llegar el momento en que tengas que defenderte ante una situación de luz de gas médica, tanto intencionada como involuntaria. Si te preocupa algo que después resulta no ser nada grave, será experiencia ganada y no tiempo perdido. Infórmate sobre los síntomas característicos de infarto y ataque de pánico para poder distinguirlos si alguna vez los sufres.
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