Aunque cada mujer que da a luz atraviesa el mismo proceso fundamental, la experiencia de cada una es compleja y subjetiva. El parto es una vivencia emocional que involucra factores fisiológicos y psicológicos. Para muchas mujeres, anticipar el dolor del parto puede resultar intimidante.
Hoy en día existen muchos métodos para aliviar el dolor. Mientras que algunas mujeres desean firmemente un ‘parto natural’ sin medicación, otras están abiertas a aceptar la asistencia que la medicina moderna puede ofrecer. La anestesia epidural es un método común y efectivo para aliviar el dolor durante el parto.
En el siglo XXI, las profesionales de la salud cuentan con mejores recursos para asistir durante el parto que en el siglo XVI. Aunque la salud y la seguridad de las madres y sus bebés han mejorado notablemente gracias a los avances médicos, y muchas mujeres sobreviven a situaciones que antes hubieran significado peligro de muerte, aún queda mucho por aprender sobre cómo apoyar mejor a las mujeres durante el parto. Las mujeres que dan a luz ahora se involucran mucho más en el proceso, como demuestra la popularidad de las doulas y las matronas, y la idea ya común del 'plan de parto', en el que la futura mamá reflexiona y escribe sus expectativas y deseos sobre la experiencia. En el pasado las voces de las mujeres han sido ignoradas y ahora estamos aprendiendo a escuchar mejor.
El parto es impredecible, al igual que nuestras reacciones ante él. Cada mujer debe sopesar las opciones para aliviar el dolor y decidir qué es lo mejor para ella y su bebé. El mejor inicio es informarse sobre lo que puede esperar y sobre las opciones médicas y no médicas para aliviar los dolores del parto.
Por lo general, el parto dura entre 12 y 24 horas en el caso de un primer nacimiento; para mujeres que ya han dado a luz, suele durar entre 8 y 10 horas. Estos números son solo promedios estadísticos. Algunos bebés nacen en pocos minutos, mientras otros mantienen a sus madres en trabajo de parto durante días.
Generalmente se considera que el parto cuenta con tres etapas:
El dolor del parto proviene principalmente de las contracciones uterinas, pero la intensidad y la ubicación del dolor van cambiando a medida que avanza el parto. Cuando comienzan las primeras contracciones verdaderas, el cuello uterino empieza a dilatarse. Estas contracciones suelen sentirse como una presión intensa en todo el abdomen. El trabajo de parto temprano puede durar hasta seis horas. A medida que sigue la dilatación, las contracciones se vuelven más largas, fuertes y frecuentes. El trabajo de parto activo normalmente dura entre dos y ocho horas.
El dolor suele ser más intenso cuando el cuello uterino alcanza la dilatación máxima y puede sentirse en todo el torso, la pelvis, la zona lumbar, la ingle y los muslos. El trabajo de parto de transición, o la fase final hasta la dilatación total, generalmente no dura más de una hora.
En este punto la madre comienza a sentir la 'necesidad de empujar' y el dolor intenso de las contracciones que abren el cuello uterino se transforma en la intensidad del empuje para ayudar a que el bebé avance por la abertura vaginal hacia el mundo. Aunque el dolor persiste, el acto de empujar también ayuda a aliviar la presión. El dolor de expulsión puede durar desde unos minutos hasta varias horas.
Cuando la cabeza del bebé atraviesa la abertura vaginal, el tejido entre la vagina y el recto—el periné—puede desgarrarse. De hecho, los desgarros superficiales y de segundo grado son bastante comunes y con todo lo que está sucediendo, muchas veces la mujer ni siquiera nota el desgarro hasta después de dar a luz. Los desgarros de tercer y cuarto grado son más profundos y precisan sutura cuidadosa y un adecuado seguimiento posterior. En algunos casos, la profesional puede realizar una incisión controlada o episiotomía para prevenir una ruptura más dañina. Si reciben los cuidados necesarios, incluso los desgarros graves se curan en unas pocas semanas.
La etapa final del parto es la expulsión de la placenta, que implica algunas contracciones y calambres que pueden durar aproximadamente media hora, pero en comparación con lo vivido por la madre y el alivio de tener al bebé en brazos, es un evento menor. Estas últimas contracciones también ayudan a que el útero empiece a encogerse y a cerrar los vasos sanguíneos que alimentaban al feto durante el embarazo.
La cantidad de dolor que experimenta cada mujer depende de factores objetivos y subjetivos, como el tamaño y la posición del bebé en la pelvis (si está de cara arriba o abajo, si viene de cabeza o de nalgas), la velocidad del parto, la intensidad de las contracciones y el estado emocional, preparación, tolerancia al dolor, cansancio y sistema de apoyo de la madre. Las complicaciones también afectan la experiencia.
Existen varias alternativas para aliviar el dolor que no requieren medicación. Entre ellas se incluyen ejercicios de relajación, técnicas de respiración, acupuntura o acupresión, masajes, la inyección de agua estéril bajo la piel, compresas calientes o frías, yoga, caminar, cambiar de posición, usar una pelota de parto, ducharse, inmersión en agua y contar con el apoyo de una persona querida o de una doula.
No siempre es necesario recurrir a la asistencia médica y pueden existir motivos personales, religiosos u otros para elegir alternativas. Sin embargo, muchas mujeres se benefician mucho de la ayuda que puede ofrecer la medicina moderna. El alivio médico del dolor incluye el bloqueo epidural, el bloqueo espinal, el bloqueo pudendo, el óxido nitroso o 'gas de la risa', u opioides. Cada método tiene sus ventajas y desventajas.
El dolor, e incluso el miedo al dolor, puede agravar problemas de salud existentes como la hipertensión arterial y enfermedades cardíacas o pulmonares.
Experimentar dolor eleva los niveles de cortisol—la hormona del estrés. Aunque los niveles crónicamente elevados pueden tener efectos negativos, esta hormona también ayuda a preparar al feto para la vida fuera del útero.
Optar por la anestesia epidural es una elección personal, pero suele recomendarse si la obstetra sospecha que será necesaria una cesárea de emergencia, si la madre espera gemelos, si el bebé es grande en comparación con la pelvis de la madre o si existen posibles complicaciones que podrían requerir intervención quirúrgica.
Las mujeres que deciden utilizar este medicamento suelen pensar en ello cuando la dilatación cervical alcanza alrededor de 3 cm. La epidural se administra a partir de los 4–5 cm de dilatación.
El término epidural describe un espacio dentro de la columna vertebral. La médula espinal está situada entre la fila de vértebras que forman la columna y los procesos óseos que la protegen justo bajo la piel. La médula está rodeada de nervios y otros tejidos, siendo la capa más externa la dura madre. El espacio epidural es la parte más externa del canal espinal, por encima de la dura madre.
La anestesia epidural, o simplemente epidural, se inyecta en este espacio para bloquear las señales de dolor procedentes de las zonas inferiores del cuerpo—abdomen bajo, zona lumbar, pelvis y piernas. Estos medicamentos son anestésicos locales incluyendo bupivacaína, cloroprocaína o lidocaína. Muchas veces se combinan con otros medicamentos como fentanilo o sufentanilo para reducir la dosis del anestésico local.
El método más común para administrar la anestesia epidural es a través de un catéter colocado en la parte baja de la espalda. Este procedimiento solo puede realizarlo una anestesióloga especializada, quien controla la dosis y monitoriza la salud de la paciente durante el proceso. Primero se administra un anestésico local para adormecer la zona y luego, con una aguja más grande, se introduce el catéter que permanecerá durante el trabajo de parto para suministrar el medicamento según sea necesario. En los últimos veinte años, algunos hospitales han implementado la analgesia controlada por la paciente mediante una bomba de dosis con excelentes resultados.
Las epidurales solo pueden administrarse en hospitales con acceso a desinfectantes y equipos de emergencia, por lo que no están disponibles para partos en casa, en casas de parto o partos en agua.
La epidural actúa principalmente sobre las raíces nerviosas de la médula espinal, bloqueando los estímulos dolorosos.
Incluso con la epidural, la sensación no se bloquea por completo y persiste algo de dolor. Esto permite a la madre parturienta sentir lo necesario para participar activamente y saber cuándo debe empujar. Se ha visto que el uso de bombas de control por parte de la paciente ayuda a minimizar la dosis y a maximizar el efecto de la analgesia epidural.
Un método similar para aliviar el dolor es la anestesia espinal. El anestésico se inyecta directamente en el saco dural—la membrana que rodea la médula espinal. A diferencia de la epidural, solo puede inyectarse una dosis a la vez, por lo que no se utiliza un catéter.
Por ejemplo, si se presenta una cesárea de emergencia, la médica podría sugerir la anestesia espinal ya que actúa instantáneamente. Sin embargo, su efecto dura sólo 2–3 horas. Como un primer parto puede durar hasta 24 horas, resulta más conveniente contar con un catéter que tener que inyectar varias dosis.
No existen diferencias significativas en cuanto a dosis o seguridad entre la anestesia espinal y la epidural. Las epidurales son más populares por su conveniencia. Algunos hospitales ofrecen la opción combinada espinal-epidural.
La anestesia epidural alivia el dolor sin provocar pérdida de fuerza muscular. Esto significa que puedes descansar del dolor pero mantenerte activa y alerta para participar en el parto.
La anestesia epidural está bien estudiada y, en general, se considera segura. El alivio del dolor durante el parto tiene efectos positivos en la madre y, por extensión, en su recién nacida. Hay evidencia de que, al reducir la posibilidad de una experiencia traumática, la epidural puede contribuir a mitigar los síntomas de la depresión posparto.
Reducir la respuesta al estrés causada por el aumento del dolor puede normalizar la presión arterial y la respiración. Esto es especialmente importante si la madre presenta condiciones de salud preexistentes.
Aunque el uso de la epidural puede acortar la primera fase del parto, con frecuencia prolonga la segunda etapa activa de empuje, especialmente en mujeres primerizas. Además, como el alivio del dolor reduce la presión arterial, esta puede descender demasiado durante el parto. En tal caso se suministran líquidos para mantener estable el ritmo cardíaco de la madre (y por lo tanto del bebé).
En general, los efectos secundarios de la epidural son los mismos que los de cualquier anestesia local. Los más comunes reportados incluyen:
La epidural adormece la parte baja del abdomen, dificultando sentir y controlar las ganas de orinar. Este efecto puede durar hasta un día.
Si eliges un parto natural o en el agua, la epidural no será la mejor opción. El parto no requiere obligatoriamente de alivio del dolor para ser exitoso. La elección siempre está en tus manos. Considera tus opciones y habla sobre ellas con tu matrona, ginecóloga u obstetra para tomar la decisión que mejor se adapte a ti.
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