Tener una hija o un hijo es una decisión que cambia la vida incluso para una adulta completamente preparada. Descubrir que estás embarazada sin tener idea de cómo afrontar la situación es suficiente para que incluso la adolescente más sensata entre en pánico.
En este artículo, te ofrecemos información útil sobre las opciones que tienes y los pasos a seguir si tú o una persona querida enfrenta un embarazo inesperado.
Físicamente, quedar embarazada es un proceso bastante directo. Sin embargo, las circunstancias que lo rodean pueden ser infinitamente complicadas. Todos los factores significativos deben ser tomados en consideración al enfrentar decisiones que tendrán consecuencias permanentes.
Entonces, acabas de descubrir que estás embarazada y no sabes qué hacer. Primero, respira profundamente. Podrás concentrarte mejor si estás tranquila. Este artículo está aquí para ayudarte. Lee estas preguntas y piénsalas con calma.
Lo primero que debes hacer es asegurarte de que tu información sea confiable. Hay muchos mitos sobre el sexo y el embarazo (tanto entre niñas/os como entre adultas/os). Aunque hayas recibido educación sobre sexo y embarazo en la escuela, puede que aún te falte aprender algunas cosas.
¿Cómo descubriste tu embarazo y qué otras explicaciones posibles hay?
Tu ciclo menstrual está influenciado por muchos factores diferentes en tu vida. El embarazo es una de las razones por las que tu regla puede retrasarse (o ser muy ligera), pero existen otras posibles explicaciones (como el estrés o grandes cambios de vida) que debes considerar. Si tu menstruación ya era irregular antes, quizá encuentres información útil en nuestro artículo sobre periodos irregulares.
Muchos de los síntomas relacionados con el embarazo—dolores de cabeza, hinchazón, náuseas, cansancio, senos sensibles, mareos, malestar estomacal y más—se superponen con los síntomas del síndrome premenstrual. Esto no significa que debas ignorarlos (especialmente si los experimentas por primera vez de manera intensa), pero tampoco son un diagnóstico infalible. Algunos síntomas, como el vientre abultado, pueden indicar embarazo, pero también deberse a otros problemas médicos. Si te preocupa, acude a tu médica.
Los test de embarazo son bastante precisos, pero no siempre son 100% fiables. Los falsos positivos y falsos negativos pueden ocurrir si te haces la prueba en el momento equivocado, si tomas ciertos medicamentos o si tienes alguna enfermedad específica. Infórmate sobre cómo funcionan las pruebas de embarazo. Si hiciste todo correctamente y la prueba fue positiva (o si sólo quieres asegurarte), consulta a una doctora.
Acudir a una ginecóloga/obstetra calificada es realmente la única forma infalible de saber si esperas un/a hijo/a. Las pruebas realizadas en la consulta, como el examen pélvico, ecografía (también llamada sonograma), análisis de sangre y test de orina, son más sensibles y proporcionan datos mucho más fiables que una prueba casera. Si confirman que estás embarazada, podrás conversar con una especialista sobre tus dudas, evaluar opciones y agendar controles futuros.
Habla con alguien en quien confíes. No intentes resolver todo sola. Todas necesitamos apoyo.
Probablemente deberías contarles a tus padres, otro familiar o tutora. No importa qué tipo de relación tengas, el embarazo lo cambia todo—es algo que querrían saber. Te quieren. Quieren que estés a salvo. Solo pueden ayudarte si saben lo que ocurre.
Fue un shock para ti, así que también lo será para ellas/os. Dedica tiempo a pensar cómo lo dirás. Si tienes dificultades para decidir cómo abordar el tema, intenta ser lo más sincera posible. Si no puedes decirlo en voz alta, escríbeles una nota (pero no la dejes tirada, entrégasela tú misma).
Las madres, padres y tutoras también son personas, con diferentes experiencias y expectativas. Puede que te sorprenda lo comprensivas que sean. Demostrarles que tomas la situación en serio les ayudará a enfocarse en buscar soluciones en vez de reaccionar solamente con emociones. Si reaccionan emocionalmente de forma negativa, buscando culpables o castigos, recuérdales con delicadeza que aunque sus sentimientos son válidos, las grandes emociones no ayudan ahora. Intenta controlar tus propias emociones y da espacio si necesitan calmarse.
Puede que no salga como esperabas, o que recibas mucho amor y apoyo. Lo importante es que reconozcan qué es lo mejor para ti y tu futuro.
Lamentablemente, hay excepciones. Si tu familia es abusiva, o estás segura de que su respuesta será todo menos útil, razonable o incluso peligrosa, quizá lo mejor sea no contárselo. En ese caso, recurre a una adulta de confianza—una amiga comprensiva o profesora. Si no se te ocurre nadie, existen organizaciones que ayudan a personas en tu situación; busca un número para llamar.
Si tus padres son comprensivos, no tendrás que preocuparte por un lugar seguro donde quedarte. Si no lo son, puede que debas quedarte con una amiga o familiar un tiempo. Busca la ayuda de una adulta responsable como una profesora, doctora o policía. También puedes buscar en Internet líneas de ayuda. Puede que haya una organización en tu zona que ofrezca alojamiento a personas en tu situación.
Ten cuidado y confía en tu intuición. Si estás con una persona adulta que debería ayudarte pero se comporta raro, agresiva o manipuladora, o simplemente algo no te parece correcto, no tienes por qué hacer lo que diga. No dejes que nadie te obligue a algo que no deseas. Si sientes que estás en peligro, no te quedes ahí, especialmente si no hay nadie más alrededor. Busca un lugar seguro y a alguien en quien puedas confiar.
Espera a estar en un lugar seguro y tener el apoyo necesario antes de pensar en el rol del padre de tu bebé.
Si tienes una relación con el padre, te esperan conversaciones serias, especialmente si quieres que él se involucre. Recuerda que puede que no reaccione como desees. Convertirse en padre es algo para lo que puede que no esté preparado, pero es responsable por sus actos y debe afrontar las consecuencias. Si te sientes segura conversando con él, hazlo. Informarlo quizá le ayude a no cometer el mismo error en el futuro.
Puedes que tenga una opinión fuerte sobre si deberías o no tener el bebé. Recuerda—la decisión final es tuya. Esto le está sucediendo a tu cuerpo, no al suyo. Tú decides qué pasará. También debes consultar sobre las implicaciones legales de tu situación. Podrías tener derecho a recibir apoyo de su parte.
Si tu embarazo es el resultado de una relación sexual contra tu voluntad, no contactes al padre. Habla con la policía o con una organización de apoyo para mujeres, especialmente si crees que el padre podría ponerte a ti o a tu bebé en peligro. Si estás dispuesta a usar un kit de violación (un paquete con artículos para recolectar pruebas de agresión sexual), no te bañes antes de buscar ayuda—no querrás eliminar el ADN que pueda haber quedado en tu cuerpo.
Recibir la noticia de un embarazo no planificado que cambia la vida es algo que ninguna madre, padre, abuela, hermano o persona tutora desea escuchar.
Es normal sentirse impactada, decepcionada, enojada, pero recuerda—no la hagas sentir peor de lo que ya está. Hacer que tus sentimientos sean su problema no ayuda. Bajo ninguna circunstancia es apropiado castigar a tu hija por lo sucedido.
Piensa en lo que ella está viviendo—a pesar del miedo y de las emociones intensas, y temiendo el rechazo, tu hija decidió pedirte ayuda. No importa cuántas discusiones hayan tenido o cuántas veces no se comprendan, escogió confiar en ti. No traiciones eso, o puede que no vuelva a acudir a ti en el futuro.
Puedes optar por ser excepcionalmente comprensiva, dar lo mejor como madre/padre. Habla sobre lo ocurrido, hazle saber que puede ser honesta. Puede que haya información importante que tu hija aún no ha contado—pudo haber sido coaccionada, manipulada o abusada. Asegúrate de saber la situación antes de buscar culpables (y recuerda, ahora mismo buscar culpables no es lo importante).
Hazle saber a tu hija que la aceptas y apoyas, y ayúdala a obtener la información que necesita para decidir qué hacer. Hablen sobre las opciones en detalle, valorando los pros y los contras de cada una. Ayúdala a elegir si te lo pide, pero no decidas por ella.
Criar una hija o hijo es gratificante y desafiante. Convertirte en madre a una edad muy temprana requiere ponerlo/la primero, en un momento en que tú misma aún te estás desarrollando. Necesitarás prepararte lo mejor posible para los retos que te esperan. Aquí tienes algunas preguntas a considerar:
También es muy importante evaluar si eres capaz de cuidar de tu bebé a largo plazo en lo económico, mental, emocional y físico. Una cosa es cuidarte a ti misma, algo muy distinto es ser responsable de dos personas a la vez.
¿De dónde saldrá el dinero? ¿Cómo te mantendrás saludable física y mentalmente tanto tú como tu bebé? ¿Podrás evitar los errores clásicos de crianza que generan resentimiento?
Es igual de importante entender cuál es tu red de apoyo antes de tomar una decisión. ¿Será toda la responsabilidad tuya, o cuentas con alguien que te ayude? Durante los primeros años de vida, tu bebé necesitará atención las 24 horas. Incluso si crees que puedes con todo sola, vas a necesitar un descanso en algún momento. Ya sea el padre de tu hijo/a, familiares, tutoras o amigas/os de confianza, tener a alguien que pueda ayudarte cuando tu energía se agote es una bendición.
Si decides quedarte con tu bebé, esto afectará tus posibilidades de seguir estudiando y/o trabajando. Como mínimo, necesitarás tiempo libre en el último mes o dos del embarazo y el primer mes o dos tras el parto. En realidad, puede ser por mucho más tiempo. Eso también dependerá de tu situación económica y la ayuda que recibas. Algunas escuelas/empleadores pueden no querer aceptar tu regreso. Todo esto afectará tu futuro, así que infórmate lo mejor posible.
Ten en cuenta que el embarazo puede afectar tu salud. Incluso un embarazo sano pasa factura a tu cuerpo.
Los problemas más frecuentes incluyen anemia, presión arterial alta, diabetes gestacional, preeclampsia, parto prematuro, aborto espontáneo e infecciones diversas. Si es posible, hazte controles periódicos durante el embarazo, no solo por ti, también por el bienestar de tu bebé.
Debes informarte también de los posibles riesgos del parto en la adolescencia. El hecho de que puedas quedar embarazada no significa necesariamente que tu cuerpo esté listo para dar a luz. Dependiendo de cómo hayas madurado físicamente, podría ser necesario un parto por cesárea para reducir riesgos tanto para ti como para tu bebé.
Si decides quedarte con el bebé, necesitarás controles regulares para asegurarte de que todo va bien. Planea una alimentación saludable, y cuida no tener carencias nutricionales—una vitamina prenatal diaria puede ayudarte a cubrir lo que falte en tu dieta. También deberás eliminar hábitos no saludables como fumar o beber, todo por el bienestar de tu bebé.
Las clases de preparación al parto y los grupos de apoyo te ayudarán a prepararte física y mentalmente. Es importante sentir que no estás sola. Otras mujeres suelen estar felices de compartir sus experiencias y darte consejos sobre rutinas, lactancia, etc. Algunas clases incluyen ejercicios, pero en todo caso deberías mantener un nivel razonable de actividad física. Si tienes una condición médica de base, consulta con una profesional sobre el tipo e intensidad de ejercicio más apropiado en tu caso.
Puedes sentir que tu vida se desmorona, pero en realidad solo está cambiando. La única constante en la vida es el cambio. Ser madre no significa que tengas que renunciar a tus metas y sueños, solo puede que te tome más tiempo alcanzarlos de lo que creías.
Si decides no quedarte con el bebé, el siguiente paso es informarte sobre la interrupción del embarazo. Debes prepararte emocionalmente si esta es tu elección. Quizá quieras pedirle a una amiga o familiar que te acompañe a la clínica—saber que alguien está contigo ayuda mucho. Puede que incluso necesites que alguien te lleve a casa después si te sientes mareada tras el procedimiento.
Existen dos maneras de abortar—aborto farmacológico y aborto quirúrgico. Ambas son igual de exitosas.
El aborto quirúrgico es la opción más habitual. Puede realizarse en el primer trimestre (hasta la semana 14) con un riesgo menor de complicaciones y, en algunos casos, también en el segundo trimestre (la semana exacta varía según el país), pero cuanto más tardes, más complicado será. El procedimiento dura unos 10 minutos, pero todo el proceso, desde la recepción hasta la recuperación, puede llevar entre 4 y 5 horas.
Los efectos secundarios del aborto quirúrgico se pueden agrupar en tres categorías:
Síntomas esperados, o síntomas comunes después del procedimiento, incluyen dolor y calambres abdominales, náuseas, diarrea, sangrado y manchado.
Síntomas posibles, o síntomas que solo ocurren si algo sale mal, incluyen sangrado abundante o persistente, infección o sepsis, daño al cuello uterino, cicatrización del endometrio, perforación (un pequeño agujero) del útero o daño a otros órganos.
Síntomas graves, o los peores escenarios posibles, incluyen dolor abdominal y de espalda que impide sentarse o estar de pie, flujo con mal olor, fiebre alta y persistencia de síntomas de embarazo.
Para minimizar las posibilidades de que algo salga mal, elige una clínica confiable. Cerciórate de estar en buenas manos. La médica debe explicarte el procedimiento y sus riesgos antes del aborto.
El aborto farmacológico es una opción no quirúrgica. No es apropiada si:
El aborto farmacológico se realiza mediante la combinación de dos medicamentos. Puede hacerse en una clínica o en casa con seguimiento profesional. Es una opción para quienes no pueden acceder a una clínica de abortos. El primer medicamento se toma en la clínica o en casa. Es un antihormonal que bloquea las hormonas necesarias para continuar el embarazo. El segundo medicamento abre el cuello uterino y ayuda al útero a expulsar el embarazo. Se suele administrar 24 a 48 horas después, vía bucal (colocando el comprimido en el lateral de la boca y dejando que se disuelva antes de tragar los restos con agua).
El aborto con medicamentos suele ir acompañado de síntomas comunes como sangrado vaginal y cólicos. Normalmente, estos síntomas comienzan unas horas después de la segunda dosis y duran en promedio 10-13 días. La cantidad y severidad de los síntomas varía de persona a persona. Otros síntomas incluyen náuseas, vómitos, diarrea, escalofríos o fiebre, pero suelen ser breves. Los peores escenarios incluyen sangrado muy abundante y prolongado, infección, fiebre, malestar digestivo, aborto incompleto y embarazo en curso no deseado.
Nuevamente, busca una fuente confiable para obtener las pastillas abortivas. Da a tu cuerpo la mejor oportunidad de éxito. Tras los síntomas, podrás retomar tu vida normalmente.
Si has decidido no abortar pero no estás preparada para criar una hija o hijo, existe la opción de darlo/a en adopción. Hay muchas personas que desean desesperadamente tener un/a hijo/a propio/a y serían madres y padres maravillosos, pero no pueden concebir por motivos médicos, o prefieren adoptar antes que traer una nueva vida al mundo. Contacta con una agencia de adopción en tu área; te guiarán en el proceso para encontrar la mejor opción para ambas/os.
Puedes elegir una adopción abierta o cerrada.
La adopción abierta implica que las madres/padres adoptivos te conozcan y mantengan contacto contigo para que puedas seguir el crecimiento de tu hijo/a. El nivel de interacción se decide según lo que les haga sentir cómodas/os a ambas partes.
La adopción cerrada implica que tú no sepas nada sobre las madres/padres adoptivos ni ellos sobre ti. A veces, vivir vidas separadas es lo mejor.
Dar a tu hijo/a en adopción puede (pero no necesariamente) generar sentimientos intensos de pérdida o tristeza, y dificultad para soltar, lo cual podría hacerte pensar que cometiste un error. Las hormonas maternas afectan fuertemente tu estado emocional. Algunas mujeres encuentran útil anotar sus razones para tomar esta decisión y llevarlas consigo. Soltar siempre es difícil, pero una vez tomada la decisión, lo mejor es mantenerla por el bien de todas/os.
El embarazo adolescente no es solo resultado de decisiones individuales en circunstancias aisladas—también influyen problemas sistémicos. Si queremos abordar el problema integralmente, esos problemas deben resolverse. Esto exige que no dejemos solas/os a las y los adolescentes cuando se trata de educación sobre los riesgos a los que muchas/os se ven expuestas. Las instituciones públicas y las comunidades afectadas deben actuar juntas.
El embarazo en adolescentes implica riesgos médicos considerables. Las complicaciones del embarazo y parto son la principal causa de muerte en niñas de 15 a 19 años en todo el mundo. Las madres adolescentes entre 10 y 19 años tienen mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas que las mujeres de 20 a 24 años. Cerca de 3,9 millones de abortos inseguros se practican cada año en adolescentes de 15 a 19 años, lo cual contribuye significativamente a la mortalidad materna y deja a muchas sobrevivientes con secuelas duraderas. Las/os bebés de madres menores de 20 años tienen mayor riesgo de bajo peso al nacer, parto prematuro y condiciones neonatales graves.
Detrás de estas duras estadísticas hay niñas adolescentes y sus hijas/os tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Solo en Estados Unidos, unas 250.000 adolescentes dan a luz cada año. Según la Organización Mundial de la Salud, en países menos desarrollados al menos el 12% de niñas se casan antes de los 15 años y el 39% antes de los 18.
Mientras planifican su futuro en un entorno cambiante, las y los adolescentes deben tener acceso a fuentes fiables de información sobre sexualidad y salud sexual. Hay desinformación abundante sobre sexo y embarazo. Es necesario abordarla. Aunque algunas escuelas lo hacen bien, las comunidades sin acceso a educación no pueden disfrutar ese privilegio, y no todas las familias pueden suplir lo que falta en casa.
Algunas comunidades prefieren una educación basada solo en la abstinencia. Lamentablemente, la mayoría de estas políticas no solo fracasan, sino que brindan poca información sobre relaciones sexuales y problemas que probablemente enfrenten las y los jóvenes cuando inician su vida sexual. Enfocarse solo en la abstinencia no enseña a afrontar la sexualidad de forma sana y, a menudo, genera más daño que bienestar, resultando en una educación incompleta y basada en la vergüenza.
Algunos países (como Suecia y Noruega) abordan la sexualidad adolescente como un derecho humano y se centran en minimizar el riesgo de situaciones potencialmente dañinas o peligrosas. Dar poder a las adolescentes para que tengan opiniones informadas sobre su sexualidad y salud, y que tomen decisiones independientes, está relacionado con relaciones más sanas, menos embarazos no deseados y menores índices de ETS.
Debemos enfocarnos en construir y mantener un sistema efectivo de educación sexual que brinde información confiable sobre todos los escenarios que las y los jóvenes pueden enfrentar. A través de programas de apoyo y currículos escolares adecuados podemos guiar a una nueva generación hacia vidas más felices y saludables.
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