La forma en que nuestros cuerpos nos apoyan y protegen a menudo parece mágica. La placenta es un ejemplo único de la capacidad del cuerpo femenino para adaptarse y transformarse para sostener nueva vida. En este artículo, aprenderás todo sobre este increíble órgano temporal y sus funciones.
Existiendo solo durante el embarazo, la placenta es nuestra primera fuente de nutrición, oxígeno y protección inmunológica. Este órgano dador de vida es de vital importancia, aunque a menudo se ignora cuando hablamos de embarazo y parto. Este artículo arrojará luz sobre la magia de la placenta.
La placenta es un órgano temporal que comienza a formarse en el útero justo después de la concepción. Actúa como interfaz entre el cuerpo de la madre y su feto en crecimiento, permitiéndole compartir las funciones de sostén vital que proveen los órganos de su cuerpo.
Mientras el bebé permanece en el vientre de su madre, ella le proporciona oxígeno, nutrientes y otras funciones esenciales mediadas por la placenta, asegurando su desarrollo sano y seguro.
Una vez que un espermatozoide fertiliza el óvulo, las células fusionadas empiezan a multiplicarse mediante divisiones celulares. Al quinto o sexto día, se habrá formado un grupo de 200–300 células (el blastocisto). Estas células ya se diferencian en una masa celular interna (el embrioblasto), que se convierte en el embrión, y una capa externa de células (el trofoblasto) que dará lugar al corion y el amnios: dos membranas que rodean y protegen al feto durante todo el embarazo.
El blastocisto rueda sobre la pared uterina hasta que empieza a adherirse gracias a una señalización química entre el trofoblasto y el endometrio, o revestimiento del útero. A medida que el blastocisto se incrusta en la pared uterina, pequeñas proyecciones desde el corion, llamadas vellosidades coriónicas, se extienden hacia el útero. Conforme crecen, desarrollan el sistema vascular especial de la placenta que permite el intercambio de nutrientes, desechos y oxígeno entre el suministro sanguíneo materno y el fetal, sin permitir que se mezclen.
La placenta sigue desarrollándose durante todo el primer trimestre. Para la semana 14 la infraestructura está completa, pero la placenta continúa creciendo y adaptándose a las necesidades del bebé en desarrollo hasta aproximadamente las 34 semanas.
Una placenta madura es un órgano de color rojizo-azulado oscuro, esponjoso y en forma de disco, con varios lóbulos, de unos 22 cm de diámetro y 2–2 ½ cm de grosor, y pesa alrededor de 500 gramos. Un fuerte y flexible cordón umbilical que contiene una vena y dos arterias conecta la placenta con el abdomen del bebé, en el sitio que luego será su ombligo.
La placenta es un órgano multifunción, proporcionando cinco funciones esenciales que apoyan al bebé en desarrollo.
La placenta solo se necesita durante el embarazo. Una vez que nace el bebé, deja de tener función. Al contraerse el útero vacío y volver a su tamaño original, la placenta es desprendida de la pared uterina y los vasos sanguíneos maternos que la alimentaban se cierran.
El alumbramiento de la placenta se considera la cuarta etapa del parto. Solo requiere una o dos contracciones y suele suceder entre 30 y 60 minutos después del nacimiento del bebé. Después del esfuerzo necesario para la dilatación cervical y parto, las contracciones de la cuarta etapa apenas se notan y la atención de la madre estará centrada en su recién nacida.
El alumbramiento completo de la placenta es muy importante. La retención placentaria es una condición potencialmente peligrosa, ya que cualquier material que quede en el útero impide que este se contraiga y cierre adecuadamente los vasos sanguíneos maternos después del nacimiento.
En el pasado, una mujer podía morir desangrada tras dar a luz a un bebé sano porque su útero no se contraía totalmente ni cerraba los vasos sanguíneos que alimentaban la placenta. Hoy en día, médicas y matronas están entrenadas para reconocer el riesgo de hemorragia posparto. Aunque potencialmente peligroso, el problema se puede resolver fácilmente.
Si todo sale bien, la placenta se expulsa rápidamente y sin complicaciones, permitiendo que el útero se contraiga con unas últimas contracciones y comprima los vasos sanguíneos. Todo esto ocurre durante la hora dorada tras el parto, idealmente con la recién nacida piel con piel sobre el pecho de su madre, adaptándose al nuevo entorno. Por lo general, la nueva bebé, alerta por el esfuerzo y la avalancha hormonal, buscará el pezón de su madre y empezará a mamar. Esta estimulación libera más oxitocina, que favorece la contracción total del útero. Todo un sistema inteligente.
Si el nacimiento es por cesárea, la doctora extrae quirúrgicamente la placenta y se asegura de que el útero se contraiga correctamente. Madre e hija probablemente estarán menos exhaustas para ese primer encuentro especial.
Durante el embarazo, tu gineco-obstetra controlará tanto la placenta como a tu bebé, buscando posibles complicaciones o anomalías placentarias.
Normalmente, el blastocisto se implanta en la pared uterina en un sitio donde haya suficiente espacio para que la placenta crezca a su máximo tamaño sin afectar el desarrollo fetal ni el parto. Pero a veces las cosas no salen tan perfectas como quisiéramos.
Cuando el blastocisto se implanta en la parte baja del útero, la placenta puede llegar a cubrir total o parcialmente el cuello uterino. Esto se llama placenta previa, porque la placenta “va delante” del bebé, bloqueando potencialmente el parto o presentando un alto riesgo de hemorragia debido a que los tejidos placentarios pueden desgarrarse o alterarse con el paso del bebé por el canal de parto.
Si una ecografía temprana muestra una placenta baja, no siempre es motivo de alarma. A medida que el útero crece, la placenta suele alejarse del cuello y el problema puede solucionarse solo. Sin embargo, un sangrado vaginal rojo brillante y/o contracciones en el segundo trimestre pueden indicar un problema.
Para evitar complicaciones y sangrado, tu doctora puede recomendarte tomártelo con calma y evitar actividades extenuantes como ejercicio cardiovascular, tener relaciones sexuales u otros movimientos de alto impacto según avanza tu embarazo. Si la placenta sigue cerca del cuello uterino en el inicio del parto, lo más seguro es realizar una cesárea.
La placenta está diseñada para desprenderse del útero una vez nacido el bebé. Pero a veces está tan firmemente adherida que cuesta mucho desprenderla.
Una de las complicaciones más comunes ocurre cuando los tejidos placentarios crecen profundamente en el endometrio, el revestimiento uterino.
Las mujeres de más de 35 años, aquellas con embarazos previos, partos por cesárea o cualquier cirugía uterina tienen un mayor riesgo de problemas de adherencia placentaria, posiblemente por la presencia de tejido cicatricial o simplemente por el desgaste uterino.
La placenta increta es cuando la placenta crece atravesando el endometrio y se adhiere a la musculatura uterina.
La placenta percreta es cuando partes de la placenta crecen atravesando la pared uterina, llegando incluso a otros órganos, como la vejiga, el colon o los vasos sanguíneos.
Estas situaciones no suelen presentar síntomas visibles, por lo que se detectan normalmente por ecografía. Aunque rara vez afectan el desarrollo del feto, cualquiera de estas condiciones puede poner en grave riesgo a la madre si no se detecta ni trata. Dado que el parto vaginal supondría un gran riesgo de hemorragia materna, lo habitual es programar una cesárea seguida potencialmente de histerectomía para evitar riesgos futuros.
Una vez que la placenta se ha alumbrado con éxito, la matrona o la médica la revisa en busca de anomalías y se asegura de que esté completa. Si sospechan un problema, se puede analizar material de la placenta para detectar infección o inflamación y así recetar el tratamiento adecuado para la recién nacida.
Si hubo complicaciones durante el embarazo o el parto, el hospital puede realizar análisis adicionales para comprender qué condiciones han podido afectar el embarazo y la salud de la madre y el bebé.
Si, al revisarla, la placenta parece incompleta, se tomará acción para extraer la placenta retenida.
Cuando la placenta ya ha revelado todos sus secretos, normalmente los padres pueden elegir si desean conservarla o dejarla en el hospital para su eliminación como desecho biomédico. Los hospitales han de seguir estrictos protocolos para evitar la propagación de enfermedades infecciosas.
Muchas familias tienen razones culturales, religiosas o personales para conservar la placenta. Sin embargo, una vez que ya no está unida al cuerpo, la placenta se deteriora rápidamente y se convierte con facilidad en un foco de bacterias. Si quieres conservarla, tendrás que prepararla para su manipulación, transporte y almacenamiento seguro.
Existen muchas tradiciones, creencias y mitos sobre el poder y la importancia de la placenta. En ciertas culturas se considera un órgano sagrado. Quizás tu familia siga tradiciones o rituales ligados a la placenta, como enterrarla en un lugar especial o plantar un árbol sobre ella en honor al nacimiento de tu hija.
En el mundo animal, es habitual que la madre consuma la placenta o posparto. Las biólogas consideran que este comportamiento instintivo puede tener el fin de ocultar señales del nacimiento ante posibles depredadores. Las humanas quizá lo hacían en la antigüedad, pero hay poca evidencia directa. Sin embargo, se sabe que en algunas culturas se ha utilizado la placenta en la medicina tradicional por sus supuestos beneficios.
En la actualidad hay un renovado interés en que la madre consuma su placenta para equilibrar hormonas, aumentar la energía o reducir el riesgo de depresión posparto, aunque la evidencia científica que respalde esto es limitada.
Quienes optan por ello suelen contratar a una especialista en encapsulación placentaria que recoge la placenta en el hospital, la cocina al vapor, la deshidrata y la tritura en polvo. Este polvo se guarda en cápsulas de gelatina que la madre puede tomar cuando lo desee sin riesgos de enfermedad o contaminación.
Además de su función vital, la red de vasos sanguíneos del lado interno de la placenta tiene forma de “árbol de la vida”. Muchas personas otorgan significados personales a esta estructura única y la usan para crear arte duradero. Por ejemplo, puedes encapsular la placenta en resina, hacer impresiones artísticas con su sangre, o guardar un molde de la red vascular que sostuvo a tu hija. Hay empresas que conservan una parte de la placenta en joyas u ornamentos para conservarla por siempre.
Las familias con visión científica pueden donar la placenta para investigación médica, educación o fines terapéuticos. Las placentas contienen valiosas células madre y tejidos que contribuyen al avance de la medicina regenerativa, la bioingeniería de tejidos y el desarrollo de nuevos tratamientos médicos.
Las investigaciones estiman que al menos cien mil millones de personas han vivido y muerto desde los albores de la humanidad. Esto significa que más de 100 000 000 000 placentas han sostenido a igual número de bebés en desarrollo. Y aun así, mucho de este asombroso proceso sigue siendo un misterio. Esperamos que este artículo te haya dado una idea sobre las maravillas de la placenta.
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