El embarazo es una etapa de gran vulnerabilidad para las mujeres. Siempre ha estado acompañado de ciertos riesgos, especialmente en el pasado cuando sabíamos menos que ahora sobre la gestación y el parto. La experiencia, aunque es nuestra fuente fundamental de conocimiento, también puede ser engañosa: la vivencia de una mujer no debe, ni puede, ni tiene por qué definir la de otra. La salud de la mujer, su red de apoyo, preparación emocional y el equipo médico pueden influir mucho en su experiencia.
Muchos de los mitos que rodean el embarazo surgieron con la intención de proteger a la madre y a su bebé. Algunos tienen base real, pero no presentan el panorama completo y pueden llevar a malas interpretaciones. En este artículo, vamos a desmentir algunos de los mitos más frecuentes y proporcionarte los hechos básicos.
Todas las culturas crean relatos y mitos para explicar el mundo. Con el tiempo, hemos reemplazado muchas historias antiguas por explicaciones más precisas apoyadas en la ciencia. Sin embargo, la medicina ha tenido históricamente un sesgo masculino. El cuerpo del hombre fue estudiado primero, mientras que las partes íntimas femeninas permanecieron como un misterio durante muchas décadas. De hecho, el primer estudio completo sobre el clítoris fue publicado por una científica en 1998.
Históricamente, las comadronas y parteras acompañaban el embarazo y el parto, transmitiendo su sabiduría entre generaciones de mujeres. Mucho les debemos a ellas.
Hoy, sin embargo, contamos con muchísima más información y somos capaces de distinguir entre hechos y supersticiones. El embarazo ha sido ampliamente estudiado por expertas en ginecología, genética, cirugía y otras disciplinas científicas. Los avances médicos han disminuido drásticamente las muertes de madres gestantes y de sus hijas e hijos durante el embarazo y el parto. Aun así, todavía nos queda mucho por aprender y hay peligros difíciles de prevenir.
Veamos algunos mitos sobre el embarazo y el parto que siguen presentes hoy en día.
La alimentación de una mujer embarazada debe ser fresca y variada para aportar los nutrientes que el feto necesita para desarrollarse saludablemente. Pero existen muchos mitos en torno a la comida durante el embarazo que simplemente no son ciertos. Los antojos u otros alimentos específicos que se consumen en el embarazo no afectan las preferencias ni el sentido del gusto del bebé. Tampoco influirán en el color de la piel, del cabello, ni en las manchas de nacimiento u otra pigmentación del o la bebé.
En algunos países asiáticos se cree que los alimentos picantes harán que el bebé nazca calvo o incluso cause ceguera, pero no hay ninguna relación entre el picante que consume la gestante y el cabello o la vista del bebé. Eso sí, comer picante puede resultar incómodo para la madre: suelen producir retención de líquidos e hinchazón, además de agravar la indigestión y la acidez, sobre todo en el último trimestre. Si no estás acostumbrada a comer picante, el embarazo no es el mejor momento para experimentar con ellos.
Probablemente hayas escuchado que no se debe comer sushi o pescado crudo durante el embarazo. Esto es cierto, porque comer pescado y carne crudos implica riesgo de infecciones bacterianas y el sistema inmune de la mujer embarazada es más susceptible. Además, por la contaminación industrial, el pescado crudo puede contener mercurio, lo cual es peligroso para el feto.
Se dice que "estás comiendo por dos", lo cual es cierto hasta cierto punto. Es un momento para escuchar a tu cuerpo, comer lo que te apetezca y no restringir la cantidad. Sin embargo, aunque el bebé en desarrollo necesita nutrientes, su necesidad es mucho menor que la de una adulta. El aumento medio recomendado es de unas 200 calorías diarias, aunque puede variar según cada persona.
Definitivamente, el embarazo no es el momento para dietas ni para perder peso. Alimenta de forma sana, equilibrada y suficiente para ti y tu bebé.
Según otro mito, levantar las manos sobre la cabeza en el embarazo podría provocar complicaciones durante el parto. Incluso hay quien afirma que esto hace que el cordón umbilical se rompa. Esto es falso.
El cuerpo femenino está mucho más adaptado al embarazo de lo que antes se creía. Ninguna postura corporal temporal, ni siquiera posturas exigentes de yoga, puede influir directamente en el bebé: está protegida, flotando en una bolsa llena de líquido amniótico que lo protege y amortigua.
Otra superstición extraña afirma que debés evitar la cuerda y el hilo durante el embarazo para prevenir que el cordón umbilical se enrede en el útero. Esto también es falso. Sin embargo, trabajar con cuerdas puede resultar complicado e implica el riesgo de inhalar fibras peligrosas. El agotamiento físico y la inhalación de fibras dañinas pueden provocar complicaciones, pero estar cerca de una cuerda o hilo no tiene ningún efecto sobre el embarazo.
Muchas supersticiones prohíben a las mujeres embarazadas nadar, e incluso estar cerca del agua, por miedo a los espíritus del agua.
Nadar es absolutamente seguro, e incluso recomendado durante el embarazo. Las actividades acuáticas permiten un ejercicio completo, de bajo impacto, que ayuda a ganar fuerza y resistencia. El cloro de las piscinas públicas no es perjudicial en el embarazo, pero, evidentemente, hay que evitar nadar en aguas contaminadas. Lo peligroso es nadar en lugares desconocidos o exigirle demasiado a tu cuerpo, no el hecho de estar embarazada.
Los baños relajantes están altamente recomendados.
A veces se teme que el agua externa entre en contacto o dañe al feto. Esto no tiene fundamento. El feto está protegido por varias capas: el saco amniótico, el útero y el tapón mucoso, que sella el cuello uterino.
La luna—especialmente la luna llena—ha estado relacionada con muchos misterios. Las leyendas sobre hombres lobo reflejan el poder que atribuimos a la luna llena. En el pasado, se aconsejaba a las embarazadas que no salieran durante la luna llena ni pasaran mucho tiempo bajo sus rayos para evitar que sus bebés sufrieran males míticos. Todo esto son mitos. La luna no afecta la salud de ninguna madre ni de su bebé, y tampoco convierte a nadie en hombre lobo.
Por otro lado, se ha relacionado el ciclo lunar con el ciclo menstrual ya que ambos duran aproximadamente lo mismo, y las palabras menstruación y menses derivan de “mēnē” (griego antiguo para luna) y “mensis” (latín para mes). Sin embargo, los estudios demuestran que no existe relación entre la luna y el ciclo menstrual, ni la luna influye en el trabajo de parto.
Aunque sí se ha comprobado que las fases lunares pueden afectar el pH vaginal y eso podría influir en el sexo del bebé.
La naturaleza es asombrosa y sigue siendo misteriosa, pero hay una explicación para la vinculación de los ciclos naturales con ciertos fenómenos: nuestro cerebro. Nuestra mente busca conexiones en todo para mantenernos a salvo de peligros. Así, nuestro instinto de lucha, huida o parálisis puede ayudar ante una amenaza real. Sin embargo, muchas asociaciones son erróneas: que haya habido partos en luna llena no significa que la luna los provoque.
En algunas culturas se ha prohibido que las embarazadas asistan a funerales para proteger al bebé de los espíritus de los difuntos. La mortalidad infantil era mucho más elevada en el pasado, por lo que muchas culturas crearon reglas para intentar proteger a las futuras madres y a sus hijas e hijos.
Los funerales pueden ser emocionalmente intensos y la angustia emocional puede afectar al embarazo. Cualquier situación de estrés elevado, ya sea física o emocional, puede ser perjudicial, especialmente para un ser en desarrollo. Sin embargo, vivir el duelo es un proceso sano y necesario para quienes han perdido a un ser querido, y acudir a un funeral muestra respeto y apoyo a la familia. La mujer gestante debe sentir la libertad de decidir qué hacer en estos casos.
Con frecuencia se recomienda a las gestantes preguntar a sus madres cómo fue su embarazo y parto, para saber qué esperar. Los factores genéticos pueden influir en el embarazo y las hormonas. A menudo se espera que la pubertad (la edad de la primera menstruación o el desarrollo del pecho) sea parecida entre madres e hijas, y que sus embarazos también lo sean.
Lo cierto es que cualquier mujer que ha vivido más de un embarazo sabe que no hay dos embarazos iguales, ni siquiera para la misma persona. Hay demasiadas variables. Escuchar los consejos de otras mujeres es útil, pero su experiencia puede no ser aplicable a la tuya.
En el siglo XXI, el embarazo ya no debe verse como un proceso místico influenciado por la luna o seres sobrenaturales. Sé cautelosa, pero no permitas que las supersticiones y los consejos, bienintencionados pero no solicitados, te abrumen. Disfruta de esta etapa y recuerda: no eres la primera y tampoco serás la última. ¡Hay apoyo disponible si lo necesitas!
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