¡Achís! Estornudos misteriosos, nariz que gotea, ojos llorosos y que pican, y una incomodidad general... ¿Te suena conocido? Las alergias pueden ser molestas y manifestarse de muchas maneras, pero sí pueden controlarse.
Aunque la fiebre del heno y las alergias son problemas comunes, a menudo no se diagnostican correctamente y todavía existen numerosos conceptos erróneos sobre ellas. Algunas personas creen que las alergias—especialmente las alergias estacionales ‘leves’—no son lo suficientemente graves como para prestarles atención, pero lo cierto es que cualquier reacción alérgica afecta negativamente a tu cuerpo y debe tratarse adecuadamente.
Casi cualquier sustancia, por inofensiva que sea, puede provocar una reacción alérgica si tu cuerpo desarrolla sensibilidad hacia ella. Cuando esto sucede, tu organismo percibe una sustancia habitualmente inofensiva como una amenaza y activa una potente respuesta inmunitaria para defenderse. Se estima que un 20 % de las personas experimentan alergias en algún momento de su vida, ¡y nunca sabes cuándo puede presentarse!
Cuando te expones a un alérgeno que tu sistema inmunitario identifica como una amenaza, tu cuerpo reacciona liberando histaminas y otros mediadores inflamatorios para contrarrestar la amenaza. Esta respuesta inmunitaria es la que causa los síntomas característicos de una reacción alérgica.
Los alérgenos más comunes incluyen:
Las alergias pueden afectar varias partes del cuerpo provocando, por ejemplo, rinitis alérgica en el sistema respiratorio, urticaria o eccema en la piel, o síntomas gastrointestinales en el tracto digestivo. Los síntomas varían según el alérgeno y la sensibilidad de cada persona. Las reacciones alérgicas leves o moderadas incluyen estornudos, nariz congestionada o que gotea, tos o silbidos al respirar, ojos llorosos y que pican, picor y erupciones en la piel, náuseas y vómitos, y diarrea.
Una reacción alérgica grave puede provocar anafilaxia, que es potencialmente mortal y requiere atención médica urgente. Los síntomas incluyen hinchazón de la garganta o lengua, dificultad para respirar, pulso rápido, mareo y pérdida de consciencia. El tratamiento principal es una inyección del hormona epinefrina. Muchas personas propensas a alergias llevan un autoinyector de epinefrina—un epipen—para casos de emergencia. Aun así, se recomienda sinceramente una evaluación y tratamiento adicional con líquidos intravenosos y, potencialmente, antihistamínicos o esteroides. Hasta un 2 % de las personas experimentarán al menos un episodio así en su vida, pero la gran mayoría sobrevive si recibe tratamiento de forma rápida.
La fiebre del heno, también conocida como rinitis alérgica, es una condición común que afecta las vías nasales o los senos paranasales. Se caracteriza por irritación e inflamación de las membranas mucosas de la nariz y los ojos, ocasionando estornudos, nariz que gotea o congestionada y ojos llorosos y con picor.
La fiebre del heno suele desencadenarse por la exposición al polen de árboles o hierba, o a otras pequeñas partículas presentes en el aire.
Sí, la fiebre del heno es un tipo de alergia que afecta específicamente la nariz y los ojos. Los síntomas pueden variar en intensidad y ser estacionales o persistentes durante todo el año, dependiendo de la sensibilidad individual y del alérgeno implicado. La fiebre del heno suele ser leve pero persistente, con síntomas molestos más que mortales, muy similares a los del resfriado común. Las personas con enfermedades respiratorias, como asma, son especialmente susceptibles a la fiebre del heno.
La fiebre del heno suele desencadenarse por pequeñas partículas presentes en el ambiente.
El polen de árboles y gramíneas es el desencadenante más frecuente de la fiebre del heno estacional, lo que da nombre a esta condición. Los diferentes tipos de polen están presentes en distintos momentos del año. Por ejemplo, los árboles liberan polen en primavera, diversas hierbas—que se cortan y secan para hacer heno—liberan su polen en verano, y la ambrosía es la principal causa de alergias al polen durante el otoño.
Algunos de los alérgenos más comunes que pueden causar fiebre del heno persistente durante todo el año incluyen:
Microscópicos ácaros del polvo que habitan en la ropa de cama, tapicería, alfombras y otros lugares de nuestro hogar. Sus excrementos y partes del cuerpo pueden provocar alergias en ciertas personas.
Esporas de moho presentes tanto en interiores como al aire libre, especialmente en ambientes húmedos o mojados.
Caspa de animales, pequeñas partículas de piel y pelo de gatos, perros y otros animales, junto con proteínas de su saliva u otros fluidos, pueden provocar reacción alérgica. Los loros son animales altamente alergénicos.
La fiebre del heno también puede ser causada por otros alérgenos no presentes en esta lista.
En el ámbito médico existe la idea de que la exposición temprana, en la infancia, a la suciedad, gérmenes, microorganismos y parásitos “entrena” el sistema inmunológico y ayuda a protegernos de las alergias. Las tasas de alergias y enfermedades autoinmunes se han incrementado enormemente en los últimos cien años y son mucho más elevadas en el mundo industrializado que en otros lugares. Aunque esta hipótesis no es universalmente aceptada y existen teorías alternativas sobre los mecanismos involucrados, hay bastante evidencia de que la higiene personal es importante, pero un entorno excesivamente estéril puede ser perjudicial.
Lamentablemente, no existe una cura conocida para la fiebre del heno. La forma más sencilla de prevenir la fiebre del heno sería evitar el desencadenante. Sin embargo, a diferencia de las alergias alimentarias, que pueden identificarse y eliminarse claramente de la dieta, evitar todos los desencadenantes ambientales es casi imposible. Sin embargo, existen varias medidas que puedes tomar para reducir los síntomas y mejorar tu calidad de vida.
Aunque la evitación completa pueda no ser realista, minimizar la exposición a los alérgenos ayuda a reducir los síntomas de la fiebre del heno.
Para quienes tienen sensibilidad al polen, esto puede significar permanecer en interiores tanto como sea posible durante los momentos de máxima concentración de polen, normalmente por la mañana y en días ventosos, cuando los alérgenos están más presentes en la estación correspondiente. Algunos informes meteorológicos incluyen previsiones sobre los niveles de polen, útiles para quienes tenemos alergias. Mantén las ventanas cerradas y utiliza un filtro HEPA (filtro de aire de partículas de alta eficiencia) en el aire acondicionado o humidificador para reducir los alérgenos en el interior. Las personas con alergia a los ácaros pueden reducir su exposición limpiando regularmente la ropa de cama, aspirando alfombras y cojines, y evitando la acumulación de polvo y caspa en casa. Considera invertir en filtros de aire de calidad o una aspiradora con filtro HEPA. Recuerda que las soluciones de limpieza fuertes, los productos perfumados y el aire seco también pueden aumentar los síntomas en personas propensas a las alergias.
Para algunas personas, los medicamentos pueden ser una forma eficaz de tratar los síntomas alérgicos. El acceso y las opciones preferidas suelen variar de un país a otro. Los fármacos más frecuentes para los síntomas de alergia incluyen:
Los antihistamínicos se usan habitualmente para aliviar rápidamente síntomas como estornudos, picor, nariz que gotea y ojos irritados. Entre otras funciones, la histamina interviene en la respuesta inmunológica del cuerpo; hace que las paredes capilares sean más permeables para que los glóbulos blancos puedan atravesarlas y eliminar patógenos. Este mismo mecanismo permite que los líquidos salgan de los capilares, provocando los clásicos síntomas de la alergia como la nariz que gotea y los ojos llorosos.
Los antihistamínicos de primera generación como la difenhidramina (Benadryl), clorfeniramina (Chlor-Trimeton) y hidroxizina (Atarax) son eficaces para aliviar los síntomas de la alergia pero suelen evitarse durante el día debido a sus efectos sedantes. Estos medicamentos pueden atravesar la barrera hematoencefálica e influir en la histamina en su papel como neurotransmisora, participando en la regulación del ciclo sueño-vigilia. Por eso el Benadryl provoca somnolencia.
Los antihistamínicos de segunda generación como la cetirizina (Zyrtec), loratadina (Claritin), fexofenadina (Allegra) y desloratadina (Clarinex) no atraviesan la barrera hematoencefálica, por lo que son preferidos durante el día ya que no suelen causar somnolencia.
Los corticoides nasales son aerosoles antiinflamatorios que ayudan a reducir la inflamación en las vías nasales y alivian síntomas como la congestión nasal, la secreción y los estornudos cuando se usan de forma regular. Se obtienen con receta médica y pueden ser muy eficaces para controlar los síntomas de la fiebre del heno. Algunas marcas también pueden estar disponibles sin receta en tu país.
A diferencia de los antihistamínicos y los descongestionantes, los corticoides nasales tardan de horas a días en hacer efecto, y su eficacia máxima puede alcanzarse después de varias semanas de uso. Si sufres fiebre del heno estacional, lo recomendable es comenzar a usarlos de 1 a 2 semanas antes de que tu polen desencadenante esté presente en el ambiente.
Debido a que el efecto es retardado, hay mayor riesgo de uso excesivo por parte de personas impacientes. Los efectos secundarios incluyen irritación nasal leve, estornudos, irritación de garganta, dolor de cabeza y hemorragias nasales.
El efecto secundario más peligroso del uso excesivo de corticoides nasales es la perforación del tabique nasal, por lo que el medicamento debe suspenderse ante cualquier sangrado antes de que se produzca un daño grave. Los corticoides nasales pueden ser muy útiles, pero debido a que existen más contraindicaciones, es importante consultar con tu médica antes de comenzar a usarlos.
Los descongestionantes orales o nasales ofrecen alivio rápido y temporal de la congestión nasal y del dolor o presión en los oídos al contraer los vasos sanguíneos y los tejidos inflamados. La mayoría de las personas puede utilizarlos con seguridad, pero deben usarse en la dosis recomendada y no durante más de unos días seguidos, ya que el uso prolongado puede causar congestión de rebote, con mayor hinchazón de las mucosas que antes.
Existen en diferentes formas y con varios principios activos, como oximetazolina, fenilefrina o pseudoefedrina. Muchos descongestionantes pueden comprarse sin receta, pero algunos requieren prescripción médica. No deben administrarse a menores y consulta siempre con tu doctora si estás embarazada antes de tomar cualquier medicación.
Existen muchísimas circunstancias en las que puedes querer recurrir a tratamientos alternativos para tratar tus alergias.
En casos de fiebre del heno grave que no responde bien a otros tratamientos, se puede considerar la inmunoterapia con alérgenos (vacunas contra la alergia). Consiste en recibir inyecciones periódicas con pequeñas cantidades del alérgeno durante un periodo de tiempo, desensibilizando gradualmente el sistema inmunológico y reduciendo los síntomas. Las vacunas suelen ser prescritas y aplicadas por especialistas en alergología. Esta opción requiere tiempo pero puede llegar a aportar alivio permanente.
Hoy en día existe mucho interés por los probióticos. Muchos microorganismos diferentes viven a nuestro alrededor, en las plantas y animales, en los alimentos que consumimos y en nuestros intestinos, donde coexisten simbióticamente y desempeñan un papel vital en la respuesta inmunológica. Cada persona tiene una microbiota intestinal única, con muchos microorganismos diferentes. Algunas cepas son beneficiosas, mientras que otras pueden causar disbiosis—un desequilibrio de microorganismos en el aparato digestivo.
Algunos estudios ya muestran que ciertas cepas bacterianas, como las Lactobacillus y Bifidobacterium presentes habitualmente en yogures y kombucha, pueden reducir la inflamación y calmar una respuesta inmunitaria hiperactiva frente a ciertos tipos de alérgenos, incluyendo los que causan rinitis. Como cada persona es única, no existe una fórmula universal que funcione en todos, pero puede valer la pena probar esta vía.
Es importante consultar con una profesional sanitaria o alergóloga para evaluar tus síntomas y realizar las pruebas necesarias. Una vez tengas un diagnóstico adecuado, la especialista podrá recomendarte el abordaje más efectivo para tu caso de fiebre del heno.
Aunque suele aparecer en la infancia o adolescencia, es posible desarrollar fiebre del heno en la edad adulta. Se cree que la fiebre del heno de aparición tardía puede estar relacionada con uno o varios de los siguientes factores:
La exposición prolongada a alérgenos frecuentes como polvo, moho, polen y otras partículas diminutas puede provocar la fiebre del heno incluso en personas sin antecedentes previos.
Aunque los síntomas de la fiebre del heno coinciden con muchos del resfriado común, la fiebre del heno es provocada por alérgenos, mientras que el resfriado es una infección viral. Esta diferencia es importante porque los tratamientos para ambas condiciones son muy distintos. Las tres principales maneras de diferenciar entre el resfriado y la fiebre del heno son: aparición, evolución y la presencia de un síntoma diferenciador.
Aparición. Un resfriado se desarrolla gradualmente tras la exposición a un virus, mientras que la fiebre del heno comienza poco después de entrar en contacto con el alérgeno. Evolución. Los síntomas del resfriado suelen resolverse en unos 10 días, mientras que la fiebre del heno persiste mientras existan desencadenantes ambientales. Síntomas diferenciadores. La fiebre es habitual en el resfriado pero rara en la fiebre del heno, mientras que el picor es típico de la fiebre del heno y raro en los resfriados.
Aunque la fiebre del heno no suele ser mortal, puede afectar de forma considerable a la calidad de vida de una persona. Los síntomas pueden resultar molestos e interferir con las actividades diarias como el sueño, el trabajo o el estudio. Enfrentarse constantemente a los síntomas alérgicos acaba minando tu ánimo. Las alergias persistentes también aumentan el riesgo de sufrir un ataque de asma o desarrollar alguna complicación respiratoria más grave.
Si sufres de alergias o fiebre del heno, no es mejor ser estoica y aguantar. Identifica tus desencadenantes y haz lo necesario para aliviar los síntomas y sentirte más cómoda. Te alegrarás de haberlo hecho.
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