El acoso sexual se define como una insinuación sexual no deseada. Si has recibido comentarios insinuantes no deseados, has sido tocada sin tu permiso, o has sido intimidada o coaccionada para acceder a una insinuación sexual, has experimentado acoso sexual.
El acoso sexual puede sucederle a una persona de cualquier género y a cualquier edad. Tanto hombres como mujeres pueden ser víctimas; tanto hombres como mujeres pueden ser agresores. Por desgracia, quienes denuncian el acoso sexual suelen ser estigmatizadas, pero si queremos ofrecer una verdadera ayuda, es fundamental que las víctimas sean escuchadas y tomadas en serio.
El acoso sexual es un problema extendido. Una encuesta realizada en 2018 reveló que el 81% de las mujeres y el 43% de los hombres han experimentado alguna forma de acoso sexual durante su vida. Las mujeres tienen el doble de probabilidades de experimentar acoso sexual, pero a los hombres les resulta más difícil ser tomadas en serio al buscar ayuda.
La persona que acosa sexualmente suele tener algún tipo de poder sobre su víctima, por ejemplo, mayor tamaño físico y fuerza, o un puesto superior en la jerarquía social (como ser la jefa o supervisora de su víctima). El miedo a posibles represalias dificulta que la víctima acabe con el acoso.
Muchas conductas diferentes pueden ser consideradas acoso sexual: ocurre en público y en privado, en ambientes informales y oficiales, entre personas conocidas y entre completas desconocidas.
El acoso sexual a menudo implica comportamientos que serían aceptables e incluso deseados entre personas adultas y de mutuo consentimiento; la diferencia clave es que la conducta, que supone intimidad y demanda vulnerabilidad, es no deseada. A veces una acción que podría ser un error inocente se vuelve perturbadora cuando la persona receptora se siente incómoda y quien acosa ignora o aumenta la situación; otras formas de acoso son inequívocamente maliciosas.
Estos comportamientos pueden constituir acoso sexual:
Una forma común de intimidación/acoso sexual es difundir rumores de tipo sexual, ya sea en persona o en línea. El término 'porno de venganza' se refiere a compartir imágenes o videos sexualmente explícitos sin consentimiento, incluso cuando no hay venganza involucrada.
La amenaza de represalias mantiene a muchas víctimas en silencio. Por ejemplo, si la persona que acosa es la superior de la víctima en el trabajo, puede correr el riesgo de perder su empleo si no tolera las insinuaciones. Si quien acosa es agresiva o violenta, la víctima puede estar en riesgo de sufrir daños materiales, lesiones físicas o incluso la muerte si busca ayuda.
Las interacciones sociales a veces pueden ser ambiguas, hasta dejarte preguntando qué deberías tolerar y qué deberías rechazar. Puede que te rías con las bromas groseras de una amiga, pero llega un punto en que van demasiado lejos. O puedes disfrutar salir ocasionalmente a tomar algo con una colega, pero los mensajes insinuantes que recibes después de una de aquellas ocasiones te hacen preguntarte si está entendiendo mal la situación.
No todas las personas que tienen conductas intimidantes son conscientes de que están cruzando un límite. Puede que ni siquiera se les ocurra que sus palabras o acciones hagan sentir incómoda a alguien. A veces, quienes acosan sin intención leen mal las respuestas a su comportamiento. Por ejemplo, personas que trabajan en atención al cliente cuentan que su amabilidad profesional suele confundirse con coqueteo, lo que puede llevarles a enfrentarse a situaciones de acoso.
Las conversaciones en línea dejan aún más espacio para malentendidos, ya que los mensajes carecen de señales no verbales: expresiones faciales, tono de voz y lenguaje corporal nos ayudan a comprender las intenciones de la otra persona. El pensamiento ilusorio puede llenar esos vacíos con matices que en realidad no existen.
Las víctimas de intimidad no deseada pueden confundir en un inicio las acciones de quien acosa con amabilidad. Si una misma no lo haría, puede que no lo reconozca en otras personas. Incluso si es consciente de lo que está ocurriendo, puede optar por no hablar porque:
No es raro que una víctima de acoso sexual se sienta tan intimidada que active la respuesta de lucha-huida-parálisis. Esta es una reacción instintiva que aún conservamos desde los tiempos en los que convivíamos con depredadores animales: el cuerpo reacciona de manera automática para maximizar nuestras probabilidades de sobrevivir al encuentro con un animal peligroso.
'Luchar' es reaccionar de manera agresiva, 'huir' es salir corriendo, pero la respuesta más común ante el acoso sexual es 'paralizarse': quedarse callada y pasiva.
Si quien acosa no se da cuenta de que esto es lo que está ocurriendo, puede interpretar la falta de objeción de su víctima como consentimiento. Si la víctima no reconoce su reacción como instintiva, puede culparse por no haber frenado las acciones de quien acosa. Incluso puede llegar a convencerse de que, en el fondo, quería ser acosada o que se lo merecía.
Muchas seguimos normas sociales no escritas que nos impiden interrumpir un momento para "no arruinar el clima" (incluso si para una ya está arruinado). Revisar cómo se encuentra la otra persona antes, durante y después de un acercamiento íntimo puede ayudarle a no sentirse violada. Es importante recordarlo incluso en una relación estable y amorosa. A veces se dan casos en los que alguien cambia de opinión incluso en medio de un encuentro sexual satisfactorio. No hay nada de malo en querer detenerse de repente, ni en decirlo en voz alta.
Existen diferentes formas de responder al acoso. Si te sientes segura para hacerlo, sé directa: dile a la persona (en voz alta, clara y concretamente) que su comportamiento te incomoda. Especifica qué acciones te han molestado.
En el mejor de los casos, la persona que acosa simplemente no sabía que te estaba provocando malestar, no tiene intención de hacerlo y dejará de hacerlo al saber cómo te sientes. Alzar la voz le brinda la oportunidad de aprender de la experiencia y no someterte a ti ni a nadie más a ese daño en el futuro.
Si no te sientes segura de abordar la situación en persona, o si lo has hecho y el acoso no cesa, debes considerar la posibilidad de que a la persona no le importe tu bienestar y actuar en consecuencia. Esto significa suponer que negará cualquier denuncia que plantees. Redacta un informe detallado sobre lo ocurrido: dónde y cuándo tuvo lugar el acoso, si hubo testigos y cualquier otra información relevante que puedas aportar.
Si el acoso fue por chat o mensaje, crea una carpeta para reunir pruebas digitales, como capturas de pantalla de la conversación o cualquier material explícito que haya enviado. Guarda las pruebas lo antes posible: una persona acosadora intencional borrará todo si sospecha que la estás desenmascarando.
Busca a alguien de confianza y explícale la situación. Si estás en la escuela, cuéntaselo a una adulta en la que confíes. Si la primera persona no te escucha, busca a otra que sí lo haga. Si deseas permanecer en el anonimato, puede haber un número al que llamar y personas que hablarán con las autoridades en tu lugar.
Si fuiste acosada en el trabajo, busca ayuda de una colega en quien confíes, de tu superiora (a menos que ella sea la acosadora, o que pueda ponerse de su lado), o de la superiora de tu superiora. Muchas empresas tienen procedimientos establecidos para estos casos: lee tu contrato de trabajo y las normas internas o contacta con tu sindicato si tienes uno.
Si decides denunciar un caso de acoso sexual en tu escuela o trabajo, puede ayudar:
Si quienes deberían protegerte no quieren reconocer tu experiencia o intentan silenciarte, acude a la policía.
Si bien las personas que acosan sexualmente deberían enfrentarse a consecuencias proporcionales, con demasiada frecuencia la víctima se siente impotente para lograr que se haga justicia. Las autoridades pueden tener incentivos para encubrirlo, para evitar verse perjudicadas o para proteger a una persona acosadora con poder o influencia.
Si eres víctima de acoso sexual y nadie te escucha, antepone tu seguridad. Esto puede implicar marcharte: cambiar de escuela o buscar otro trabajo. Existen refugios que pueden ofrecerte un lugar seguro si no tienes adónde ir, y hay grupos de apoyo para ayudarte a procesar la experiencia vivida. Es terrible e injusto tener que sacrificar partes de tu vida por lo que alguien te ha hecho, y está bien sentir enfado por ello.
Recuerda, lo más importante es que puedas avanzar, sanar y prosperar. La triste realidad es que no todas las personas acosadoras son castigadas. Si puedes tomar medidas sin correr riesgo de sufrir más abusos, actúa para que no vuelva a sucederle a otras. Pero primero debes ponerte a salvo.
El acoso sexual puede tener consecuencias graves y duraderas para la víctima: ansiedad, depresión, dolores de cabeza, trastornos del sueño, pérdida o aumento de peso, náuseas, baja autoestima y disfunción sexual son situaciones que viven quienes han pasado por ello. Contar con una amiga o confidente que escuche tu relato con compasión y respeto resulta increíblemente útil. Pero recuerda que no todas las personas tienen la capacidad de sostener el dolor ajeno sin sentirse asustadas o amenazadas, incluso si les importas. Si no tienes a una amiga fuerte en quien apoyarte, una terapeuta profesional también puede ayudarte. Aunque en última instancia debemos sanar por nosotras mismas, no tenemos por qué hacerlo solas.
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