El vaginismo afecta aproximadamente al 0,5% de todas las mujeres. Es una condición en la que los músculos alrededor de la abertura vaginal se contraen de manera involuntaria, haciendo que cualquier tipo de penetración sea increíblemente dolorosa.
Quienes padecen vaginismo pueden tener dificultades para establecer relaciones sexuales. Pueden sentirse disfuncionales o pensar que no pueden satisfacer lo suficiente a su pareja. Ser comprensiva y brindar apoyo a estas personas puede tener un efecto positivo significativo, ya que el vaginismo desempeña un papel psicológico importante.
Si vives con vaginismo, la penetración provoca un dolor considerable, ya sea durante el sexo, al insertar un tampón o una copa menstrual, o al masturbarte con los dedos o un juguete sexual.
El vaginismo se clasifica como primario si la mujer que lo padece siempre ha tenido la condición, y como secundario si en algún momento fue posible mantener relaciones sexuales con penetración de manera cómoda, pero ya no lo es. Cabe señalar que el vaginismo se manifiesta de diferentes formas, por lo que las clasificaciones primaria y secundaria pueden resultar algo restrictivas; sin embargo, los síntomas pueden indicar otras afecciones. Si sientes dolor o molestias, acude a tu médica.
Aunque pueda ser frustrante, el vaginismo no es necesariamente una sentencia de muerte para la sexualidad. Los problemas surgen cuando hay expectativas no cumplidas o no correspondidas, o cuando la condición no se ha compartido por inseguridad o miedo. Las parejas pueden adaptarse comunicándose y disfrutando de la estimulación sexual que no implique penetración, como el sexo oral.
Los síntomas físicos del vaginismo incluyen ardor, escozor y sensación de rigidez durante el sexo; dolor sexual persistente sin causa aparente; molestias o dolor sexuales continuos después del parto, infecciones por hongos o de orina, ETS, violación, menopausia u otros problemas; espasmos musculares y respiración entrecortada.
Los síntomas psicológicos incluyen vergüenza, inseguridad, miedo y/o evitación del sexo, pérdida de interés sexual, sentir la necesidad de mentirle a la pareja sobre el sexo, incomodidad ante temas relacionados con la penetración de cualquier tipo.
Enfrentar una afección puede ser aterrador. Admitir la existencia del problema significa aceptar que puede haber consecuencias, por lo que algunas personas sufren durante años sin intentar averiguar qué ocurre. La dispareunia es más propensa a quedar sin tratar que otras afecciones, precisamente porque es muy personal.
Las relaciones sufren si el vaginismo no se trata, especialmente si se mantiene en secreto. Puede crecer la desconfianza y surgir conclusiones erróneas por la falta de sexo. Apretar los dientes y forzar la penetración a pesar del dolor probablemente cause lesiones. El vaginismo no es un problema que se pueda ignorar voluntariamente, y el tratamiento requiere tiempo y paciencia.
El proceso para tratar el vaginismo puede ser emocionalmente agotador para quienes han tenido experiencias negativas asociadas a la condición. El trauma puede crear barreras psicológicas que dificultan relajarse ante situaciones desencadenantes.
El tratamiento generalmente combina:
Si el tratamiento es cuidadoso y constante, es probable lograr una recuperación total (y permanente), aunque el dolor haya persistido durante meses, años o décadas.
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